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Todo vuelve: Cementerio de animales, el libro y sus películas

Acerca de Cementerio de animales, el propio Stephen King escribió lo siguiente, en su introducción a una reedición del libro en septiembre de 2000:

 

“Cuando me preguntan cuál considero que es el libro más aterrador que jamás he escrito, mi respuesta viene fácilmente y sin ninguna duda: Pet sematary. (…) Todo lo que sé es que fue el libro que guardé en un cajón pensando que finalmente había ido demasiado lejos, (…) ciertamente en términos de mis propios sentimientos personales. En pocas palabras, estaba horrorizado por lo que había escrito y las conclusiones que había sacado. (…) Encontré el resultado tan sorprendente y tan espantoso que guardé el libro en un cajón pensando que nunca debería ser publicado.”

 

Por supuesto, al final Pet sematary fue publicada por Doubleday en noviembre de 1983, principalmente debido a que Stephen King, para poder cortar su relación con la editorial, aún tenía que publicar una novela. Pet sematary, estando ya escrita, fue una salida fácil para cumplir con su contrato.

La novela cuenta la historia de Louis Creed, un médico proveniente de Chicago que se traslada a Ludlow, Maine, junto con su esposa Rachel, su hija Eileen, el pequeño Gage y Church. Winston Churchill es el gato de la familia. Al llegar a la hermosa casa la familia conoce a Jud Crandall, un viejo amable que vive al otro lado de la carretera con su esposa Norma y con quien los Creed terminan enlazando una estrecha amistad.

Muy pronto Jud le advierte a Louis de que justo enfrente de su nueva casa se encuentra una peligrosísima carretera por la que circulan camiones día y noche. No por nada existe un Cementerio de mascotas (que los niños han escrito mal en inglés: «sematary») que se encuentra al final del camino que parte detrás de su patio trasero, y donde los niños de la localidad suelen sepultar a sus mascotas, la mayoría de las cuales han sido arrolladas por los camiones.

Días después de visitar el lugar, en un paseo guiado por Jud a través de los bosques que hay detrás de la casa, Church muere atropellado. Jud ofrece enterrar al gato en un lugar cercano al cementerio de animales, y recorriendo un extenso camino cuesta arriba termina conduciéndolo a un antiguo cementerio Indio, donde convence a Louis de sepultar el cadáver del gato.

Al día siguiente Church regresa de entre los muertos. Ahora es agresivo y bastante torpe, apesta a mil demonios, pero está vivo y Ellie no tendrá que lamentar su pérdida…

Una de las razones por las cuales el libro resulta tan aterrador para el mismo King tiene que ver con el hecho de que muchos de los acontecimientos que narra le ocurrieron al propio escritor. Stephen King vivió una temporada en Orrington, como escritor en residencia y profesor de literatura de lo fantástico, y allí, en efecto, había una carretera mortal, existía un verdadero “Semeterio de mascotas”, allí los King perdieron a su gato (la frase “Era mi gato, que Dios se consiga el suyo” fue de hecho pronunciada por la hija de los King, quien hizo su propia lápida antes de darle sepultura a Smucky), y allí, finalmente, fue donde Steve se llevó uno de los mayores sustos de su vida. Todas estas experiencias fueron la génesis de la que es sin duda una de las mejores obras del escritor de Maine:

“Creo que puedes ver por qué encontré tan angustiante el libro que surgió de estos incidentes. Simplemente tomé elementos existentes y los lancé en un terrible «¿Y si?». Poniéndolo de otra manera, me encontré a mí mismo no solo pensando lo impensable, sino escribiéndolo”.

Ilustración realizada por Alexandros Pyromallis

Parafraseando la frase del comienzo, cuando a mí me preguntan cuál es mi libro preferido del maestro del terror, mi respuesta viene fácilmente y sin ninguna duda: Pet sematary. Y esto se debe a que más que terror, Pet sematary es un drama terrible, magistralmente narrado, con un crescendo muy bien definido y al que no le sobra ni un solo párrafo. Los personajes son muy reales y es fácil crear empatía con ellos, y este es precisamente un plus importante que también tiene la adaptación cinematográfica de 1989, dirigida por Mary Lambert: les tomas cariño a los Creed, los sientes cercanos y vives con ellos las diferentes etapas de su drama desde la primera parte de la historia. Por tanto, cuando la tragedia toca a su puerta, se vive muy de cerca el duelo y el dolor de la familia. Un dolor que de tan profundo se convierte en algo aterrador.

Si bien esta reseña está dedicada al libro, quiero abrir un pequeño espacio para hablar someramente de algunas diferencias entre las adaptaciones cinematográficas, pues esto de lo que venía hablando en el párrafo anterior es justamente de lo que adolece la nueva adaptación de Pet sematary: el drama. En la versión 2019 no hay pausas para uno crear empatía con los personajes. No hay duelo cuando debería haberlo, todo es demasiado rápido, lleno de sustos fáciles. En la versión de 1989 hay un momento en que uno de los personajes principales emite un grito desgarrador en medio de la carretera, un grito que nos toca cada fibra, produciéndonos un nudo en el estómago y un escalofrío en el corazón. En la nueva adaptación no se siente ese punto de quiebre, no hay duelo, como decía antes, e incluso se pasan por alto la tensión entre Louis y el padre de Rachel, uno de los puntos neurálgicos de la historia, ya que es a partir de ahí, de esa escena tremenda, cuando Louis comienza a quebrarse por dentro llevándolo a hacer lo que hace. Esa decisión terrible que viene después tuvo un proceso previo, no fue así porque sí.

Jud Crandall, por otro lado, no genera ese feeling del libro y de la película de 1989. Es un viejo entrañable al que le tomas un gran cariño desde el primer momento, al igual que le sucede a Louis. No olvidemos que es precisamente de esa manera como empieza el libro, cuando King nos dice que Louis ve en Jud a quien podría haber sido su padre. Duele también todo lo que le sucede al viejo, primero la muerte de Norma, y luego la manera en que paga sus errores. Con el Jud de 2019 no tenemos eso, ni siquiera su entrada en escena es la mejor y cuando le llega su hora, ni te va ni te viene…

Claramente no son más que adaptaciones, visiones diferentes de una misma historia, pero es que ni siquiera los cambios le ayudan. Donde la versión de Mary Lambert triunfó, la película de Kevin Kölsch y Dennis Widmyer fracasa estrepitosamente. Ni siquiera olvidándose de la historia original logra sostenerse. Es una película pésima por sí misma, que ni siquiera merece terminar con la emblemática canción de los Ramones. Eso me pareció un descaro.

Recuerdo que al salir del cine sentí la urgente necesidad de revisitar el libro, que ya había leído en tres ocasiones (en 2001, 2004 y 2009), y que venía deseando releer desde hace un tiempo. En esta cuarta oportunidad Pet sematary me gustó tanto como la primera vez. Fue el segundo libro que leí de Stephen King (el primero fue Salem’s Lot), y revisitarlo ahora me hizo recordar por qué se convirtió en mi escritor preferido. Podría leerlo otras cuatro veces sin problema. Es una novela redonda, brillantemente escrita, donde tenemos quizá la mejor versión de Stephen King, un King que hechiza al lector y lo lleva de la mano a presenciar el drama de los Creed, un drama donde el terror se asoma subrepticiamente por el vano de la puerta, de manera casi inofensiva, para luego ingresar sin invitación e invadirlo todo.

Es inevitable ponerse en los zapatos de Louis y considerar nuestra propia mortalidad. Pet sematary nos invita a reflexionar sobre la delgada línea que separa la vida de la muerte, y cómo un drama doloroso puede lograr que esa línea se torne difusa y se desdibuje, cómo un dolor tan profundo y desgarrador traspasa la frontera del horror, llevándonos al borde de la locura. O quizá mucho más allá…. Porque más allá del cementerio de animales, más allá de la valla de troncos que nadie se atrevería a traspasar, más allá de los cuarenta y cinco escalones, el maligno poder del antiguo cementerio indio nos llama, nos invita, nos reclama con macabra avidez…

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