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Skrik. Barrocamente moderno

Skrik, el primer libro del talentoso Alan Nahuel Souto, es un grito silencioso que busca traspasar la mente del autor a la consciencia de los lectores.
Atrapante. Visceral. Aterrador.
Un sueño que deviene en pesadilla y arrasa, en una catarata de sensaciones, la cordura de quien ose sumergirse en sus páginas.
Vanesa O’toole

skrik

No se puede acometer la lectura de Skrik, de la misma manera en que no se puede hacer pogo escuchando a Debussy. Skrik es una obra que transcurre y discurre en un tempo diferente. Conocido, sí, pero distinto.

En un primer momento ya captamos cierta penumbra, una invitación a la niebla que subyacía, constante, en la mejor narrativa del siglo XIX. De ahí el encanto de ese tipo de lecturas, y de ahí la atracción de esta obra de Alan Souto, que ya va por su segunda edición. Alan manipula recursos, temas y lenguaje para brindarnos una rara pieza decadentista que logra engarzar ese clima ambiguamente romántico del revisionismo audiovisual de los 90 y la salvaje inmediatez que pide el paladar actual: esa misma truculencia inherente al horror victoriano, que por definición nunca podía ser explícito.

Alan Souto
Alan Souto

Probablemente otro autor se perdería en las posibilidades de esa liberación temática y formal que nos da la actualidad, pero, afortunadamente, no es el caso. En los relatos/ fragmento que nos ofrece Skrik, hay una suerte de juego previo que opera como melodía de fondo. Vampiros que se mueven por las páginas siguiendo la melodía cuidadosamente modulada por la acción y el lenguaje para generar un clima por completo fuera de nuestro tiempo y de la manera en que éste nos condiciona a pensar las cosas. La violencia, el erotismo, la traición aparecen bajo una nueva luz que proviene de una tradición a menudo caricaturizada por la ejecución torpe o el oportunismo
comercial. Alan escapa a eso manteniendo el ritmo del desarrollo; la huella inconfundible de quien sabe a dónde va.


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En Skrik se intuye una nostalgia de un tiempo refinado, perverso pero funcional, donde los detalles, los sabores y las texturas eran, de alguna manera, más reales que hoy. Quizás por artesanales, quizás por intensos o porque el autor se mueve en un mundo al que nos invita, y ese
mundo está regido por la idea de que los sinónimos son la solución fácil de quien no sabe percibir y apreciar lo único.

Una invitación difícil de resistir: el fundamento mismo de las historias de horror.

 

 

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