En el vertiginoso Siglo XXI, mirar una película de principios del Siglo XX puede ser una experiencia un tanto aburrida. Pero si hay algo que un fanático del género debe conocer es la base, el que pateó el tablero, aquel que le buscó la vuelta para que el cinematógrafo se pusiera a disposición del miedo. Es por eso que la web de terror argentino tiene que tener un humilde listado de aquellos films que son considerados cuna del horror como lo percibimos hoy en día.
Frankenstein (J. Searle Dawley, 1910)
También conocida como Tomas Edison’s Frankenstein, en realidad es un corto de poco más de 12 minutos de duración, pero ingresa al listado por ser la primera adaptación de la novela de Mary Shelley y porque es Frankenstein, no hay mucho para discutir.
Ya al mirar el afiche promocional es imposible quedar indiferente: ese individuo de aspecto deteriorado y deforme, con una mueca desencajada, nos produce un pequeño escalofrío. Sin embargo, estamos ante un film que deja de lado los aspectos más terroríficos de la novela y hace hincapié en la profundidad dramática de la historia, transformándola en una lucha personal del doctor Frankenstein contra su propia oscuridad y maldad encarnada en ese ser nefasto. Acá el doctor no es un científico loco como se planteará en futuras adaptaciones, sino más bien un alquimista que crea al monstruo con pociones y rituales.
No nos vamos a detener en el valor histórico de esta película, aunque cabe destacar que estuvo perdida durante décadas y se volvió a exhibir recién en 1993. Vale la pena mirarla por el interés conceptual con el que se toma a Frankenstein, ya sea como una historia fantástica o como el conflicto personal de un hombre contra su oscuridad interior.
Das Cabinet des Dr. Caligari (Robert Wiene, 1920)
Una de las piedras angulares del expresionismo alemán, El Gabinete del Dr. Caligari es una película con numerosos matices y que al día de hoy presenta una narración sorprendentemente moderna.
La mayor parte de la historia se desarrolla como un flashback. Francis contará la visita que realiza junto a su amigo Alan a la feria del pueblo de Holstenwall, al norte de Alemania. Allí conocerán al Dr. Caligari, quien les presenta como atracción a Césare, un sonámbulo con la capacidad de responder cualquier pregunta y hasta predecir el futuro. Cuando Alan le pregunta por su destino, la respuesta es que morirá antes del amanecer del día siguiente. Por supuesto, la profecía se cumple.
Su estética no pasa desapercibida a nadie. Esos decorados extraños y dislocados, puntiagudos, formados de líneas rectas y que parecen cerrarse a cada minuto, plantearon un espacio irreal y opresivo. El uso de claroscuros, las sombras bien definidas como formas acechantes, lograron poner los pelos de punta a más de un espectador. Todo esto sumado a personajes que pasan de la pasividad a la exageración con suma rapidez; sus movimientos nunca parecen certeros o reales, y en todo momento nos remiten a un sueño o una fantasía.
Al ver El Gabinete del Dr. Caligari vamos a entender el porqué de la estética de muchos directores actuales. Además, el recurso final logra la sorpresa, nos hace discernir todo de una manera mucho más clara, en una suma orgánica entre los elementos estéticos y de guión que logran un resultado distinguido.
Una historia con un halo de misterio y extrañeza, con imágenes de una fuerza fuera de lo común las cuales no estamos acostumbrados a ver, y que seguro pueden tocarnos esa fibra malsana de los que gustamos del terror.
Der Golem, wie er in die Welt kam (Paul Wegener, 1920)
La historia del Golem y su llegada al mundo nos sitúa en Praga alrededor del año 1580. El conde Floriano decreta que todos los judíos deben ser expulsados de la ciudad, por lo cual el rabino Loew crea un ser de barro al que da vida mediante un conjuro. Lo lleva a una audiencia con el gobernante, pero aún así este se niega a echarse atrás. Entonces, los dioses envían su castigo y el castillo empieza a derrumbarse, pero el Golem detiene la caída de los muros. En agradecimiento, el conde decide no expulsar a los judíos. Pero entonces el Golem se percibe fuerte, con un poder destructor colosal, y el rabino decide deshacerse de él.
A merced de esta sinopsis debemos destacar que esta podría ser considerada la primera “película de monstruos”, y que la Frankenstein de 1931 dirigida por James Whale se percibe como clara deudora de este film. También podemos ver tópicos en aquellas películas de robots y androides que de a poco van despertando conciencia y autodeterminación.
En El Golem, el diseño de los escenarios es un factor destacado junto al uso de la luz, característica siempre presente en el expresionismo alemán. Sin embargo, el sentido dramático se complementa con la lucha interna entre el bien y el mal, y con un componente mágico que se hace presente al principio para dar paso a una humanidad forjada que dotará a la criatura de matices inquietantes. El personaje central se convierte en un monstruo incontrolable, una atrocidad que debe ser destruida.
Körkarlen (Victor Sjöström, 1921)
Película sueca hermosa y atrayente, un clásico que combina drama con fantasía y terror. Es la historia de David Holm, un borracho autodestructivo que en la víspera de Año Nuevo le cuenta a dos amigos la historia de la carreta fantasma: el último en morir antes de que termine el año acaba viéndose obligado a ser el conductor de la Carreta Fantasma, el carro con el que la Muerte obliga a recoger las almas de todos los muertos hasta la llegada del siguiente año. Instantes después hay una pelea y Holm muere, siendo el designado para conducir la carreta. Antes, el conductor le mostrará su vida, sus errores y pecados, y como llevó a la miseria a los seres que amó.
Contada mediante flashbacks, la película demuestra una fuerza emocional que se ancla en la combinación de los elementos naturales y los sobrenaturales. Si bien es una historia con una premisa que parte de un elemento fantástico, la potencia de la narración recae en el conflicto personal del protagonista y su crecimiento para superar los males de su propia personalidad venenosa.
El principal elemento que bordea el terror está en el efecto especial utilizado por Sjöström, algo tan simple como la sobreimpresión. Con este recurso logra superponer el mundo de los muertos, el mundo de la carreta recolectando almas, con el de los vivos. Esa ambientación fantasmagórica que se acentúa en las secuencias nocturnas es el gran acierto que nos compete en esta nota, y que hacen de La Carreta Fantasma una película fuerte que equilibra de manera excelente la historia con el clima opresivo y dramático.
Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (F. W. Murnau, 1922)
Después de El Gabinete del Dr. Caligari llegaría Nosferatu, película que en un principio tenía como idea adaptar Drácula de Bram Stoker; pero al no conseguir los derechos, hubo que conformarse con escribir el guion haciendo pequeños cambios respecto a la novela (igual se comieron un juicio de la viuda de Stoker).
El expresionismo alemán da otro paso y nos entrega una película perturbadora que vale la pena ver. Este es un vampiro horrible, exagerado, con dientes grandes que se le salen de la boca y ojos saltones. A diferencia del Drácula elegante y de modales refinados que se mantiene en el imaginario colectivo actual, Nosferatu es un ser monstruoso y deforme, que bien podría ser parte de cualquier pesadilla.
El gran logro del film es una estética anclada en luces y sombras, que nos dará la conocida escena que alguna vez vieron: la de la sombra del vampiro subiendo las escaleras hacia el cuarto de Nina, la protagonista. Un recurso fuerte, espeluznante, con ese clima turbulento que rodea toda la historia. Otro recurso fue iluminar directamente el rostro de Nosferatu para acentuar y aportar a su deformación, mientras que el resto de los personajes no es iluminado en exceso.
Como detalle cabe destacar que, a diferencia de El Gabinete del Dr. Caligari, esta película tuvo escenas filmadas en exteriores. Estas rompieron, por un lado, con el esquema expresionista de espacios cerrados y opresivos y, por otro, con el esquema cinematográfico de la época que vinculaba al cine con el teatro y los decorados.
Por último, hay que agregar los detalles escabrosos que tanto gustan: hay algunos mitos que rodean a la película, siendo el más inquietante aquel que afirma que Max Schreck, el actor que interpretó a Nosferatu, era realmente un vampiro. También hubo muertes repentinas en el equipo de producción que dieron cierto aura de maleficencia, y en 2015 la tumba de Murnau fue profanada, desapareciendo su cráneo. Un detalle más que pintoresco para el director de una de las películas de terror más significativas de la historia del cine.
Seguro faltan, y podemos agregar a Le Manoir du Diable (La Mansión del Diablo), un corto de 1896 dirigido por Georges Méliès, el cual narra la aparición de Mefistófeles en un castillo para causar excelso terror a dos caballeros. O The Hunchback of Notre Dame (El Jorobado de Notre Dame), película de 1923 dirigida por Wallace Worsley y que posee decorados tan enormes como góticos. Ya hacia el final del cine mudo resulta interesante revisar The man who laughs (El hombre que ríe), estrenada en 1928 y dirigida por Paul Leni. Es esa película que nadie vio pero que todos sabemos que fue una de las principales inspiraciones para la creación del Joker de Batman.
En esta era de internet hasta en el inodoro, no hay excusas para no ver estas películas pioneras del género. Apagá las luces y ponele ganas. Son mudas y, si te animás, hasta las podés musicalizar vos.

Descubrió la literatura de terror gracias a R.L. Stine y a Stephen King, y se acercó al cine estudiando comunicación audiovisual en la UNLP. Hizo talleres de escritura con Leo Batic y Liliana Bodoc, y se formó como bibliotecólogo. En 2014 publica su primera novela, Tierra de Nadie (Ediciones B). Participó de la Colección PDP en la antología de terror Chupacirios (Pelos de Punta, 2015) y de la novela colectiva Peste Rosa (Pelos de Punta, 2016). En 2017 publica la antología Trece Cuentos Inconexos (Textos Intrusos) y en 2018 la nouvelle Los días de Nicolás (La Otra Gemela). Sus últimos trabajos son la novela épica La Daga (Del Nuevo Extremo, 2019), la antología de cuentos de terror One Wild Night (Sello Fantasma, 2019) y la novela El Secreto del Monstruo (Santa Guadaña, 2020), escrita junto a Esteban Dilo. Es maniático del orden, no así de la limpieza, y a la hora de escribir lo acompaña su gata Kima.