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El canto del cisne, de Robert McCammon

El canto del cisne, de Robert McCammon, ante todos ustedes. La primera carta de presentación de esta (lo digo desde ya) obra maestra, es el hecho de que compartió el primer lugar del Premio Bram Stoker a la mejor novela de 1987 con el mismísimo maestro del terror, Stephen King. El canto del cisne (Swan song) y Misery protagonizaron un empate, hecho que solo se repitió una vez, en 2005.

Y resulta curioso, porque El canto del cisne es innegable heredera de otra obra post-apocalíptica como lo es The Stand (Apocalipsis), una de las novelas fundamentales del autor de Maine. No hay duda de que McCammon debió de haber leído el libro de King, y lejos de emularlo (si bien guarda ciertos paralelismos), lo que hace el autor nacido en Alabama es honrarlo escribiendo una obra colosal que no tiene mucho que envidiarle a su antecesora.

El canto del cisne
El canto del cisne en la biblioteca de George Valencia.

Un autor y una trayectoria prometedora

Robert McCammon nació en Birmingham, Alabama, el 17 de julio de 1952. Hace parte del boom del terror estadounidense. Hijo de un músico llamado “Jack” y de Barbara McCammon, el matrimonio no duró mucho, y Robert terminó viviendo con sus abuelos (nótese que utilizó el apellido de su madre). Se tituló en periodismo en la Universidad de Alabama en 1974, a la edad de 22 años. Después de graduarse, escribió textos publicitarios para periódicos de Birmingham. En 1978 publicó su primera novela, Baal, traducida al español como El príncipe de los infiernos, en parte motivado por la imposibilidad de ver publicados sus cuentos.

Pronto llegaron novelas como Bethany’s Sin, Sed de sangre, El buque de la noche y Los senderos del terror. Su nombre comenzó a abrirse paso entre los grandes del género, y con la publicación de su obra más ambiciosa hasta entonces, El canto del cisne, llegó su primer estatuilla importante: el mencionado Premio Bram Stoker, uno de los galardones más prestigiosos del género.

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El canto del cisne, una historia impresionante

La novela comienza con un personaje bastante eminente en escena: el presidente de los Estados Unidos, quien, junto a su gabinete, se halla en la difícil disyuntiva de decidir si debe ser él quien dé el primer golpe. La Tercera Guerra Mundial es inminente. Y esta vez, la contienda es nuclear. Las bombas son lanzadas a diestra y siniestra, en todas (y desde todas) direcciones. La Tierra está destruida.

Cuando las bombas golpean, Swan (el “cisne” de la canción) tiene nueve años y acompaña a su madre por Kansas. Allí conoce a Josh Hutchins, un enorme luchador afroamericano que vive de sueldo en sueldo. Él se convierte en su protector en el desierto devastado. En otro punto del país, conocemos a la hermana Creep, una perturbada habitante de calle que malvive en Manhattan. Ella es otra sobreviviente, con una historia detrás que es, casi, más dura que el mismo apocalipsis…

Finalmente, Roland Croninger, de 13 años, recluido en un reducto de supervivencia para personas pudientes, junto con el coronel Macklin, un militar cuyos honores están vacíos, conforman el tercero de los grupos que iremos siguiendo a medida que se desarrolla la novela. Por supuesto, conoceremos más personajes en el camino, incluido un ser maligno que tiene la capacidad de cambiar de apariencia, un metamorfo, un cambiapieles. Un hombre oscuro.

El canto del cisne, literatura sublime

Stephen King creó una supergripe para acabar con la mayor parte de la población mundial, pero la infraestructura civil quedó intacta. Los problemas que enfrentan Stu y los demás son en su mayor parte logísticos: la electricidad debe ser reactivada, los cadáveres han de ser removidos y el orden debe ser restaurado. Robert McCammon fue, quizá, más ambicioso, y destruyó el mundo con una guerra nuclear. Por ende, sus personajes enfrentan devastación, plagas, enfermedades causadas por la radiación, escasez de comida y combustible, inviernos nucleares…

Es un verdadero placer sumergirse en una novela de largo aliento con muchos personajes. McCammon se toma todo el tiempo para desarrollar esta historia, contándonos las vicisitudes de unos personajes muy reales con una prosa impecable, escenas casi cinematográficas, ricas en detalles y grandes pinceladas de imaginación.

Hay bondad y anhelo de redención, hay destellos de magia, pero la maldad también está presente. El encuentro, de más está decirlo, es inevitable. Hay escenas durísimas, pasajes llenos de tensión, giros insospechados y momentos conmovedoramente sublimes. El canto del cisne en sí es una obra sublime, y además con un final que no defrauda.

Lastimosamente, solo se editó una vez en castellano (en España y México), así que conseguir el libro es todo un desafío. Son 662 páginas en la inmensa edición de Martínez Roca (una normal tendría alrededor de 1.000), pero no se sienten. Es lo que sucede cuando estamos ante una obra maestra. Podría decir más sobre esta novela, pero seguiría quedándome corto… ¡Es sublime! Con eso basta.

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