Drácula y Batman son dos de los personajes ficticios más reconocibles de la cultura popular. La creación de Bill Finger y Bob Kane (si, en ese orden) en 1939 puede remitirse en algunos aspectos al vampiro más famoso de la historia. Drácula, magnum opus de Bram Stoker, no fue el primer chupa-sangre de la literatura, pero sí consiguió trepar a la inmortalidad que ostenta en las páginas para convertirse en clásico.
Tanto el vampiro como el Señor de la Noche han tenido múltiples encarnaciones transversales a todos los medios imaginables, desde cine hasta novelas, de historietas a obras teatrales. En el noveno arte Drácula se convirtió en protagonista de su propia serie con Tomb of Dracula, (1972-1979) de la mano de Marv Wolfman y Gene Colan, dos genios indiscutidos de la industria comiquera. Batman lo enfrentó en una decente película animada, The Batman vs Dracula. (2005)
Sin embargo la mejor combinación de estos dos personajes tuvo lugar en una línea editorial de DC comics titulada Elseworlds. Como su título en inglés lo indica, esta colección ubica a los personajes del universo DC en Otros Mundos, realidades paralelas, universos que no deberían existir, o que podrían existir. En ese enorme lienzo en blanco los autores podían experimentar con conceptos que la continuidad misma de las publicaciones regulares no permitía. Así tuvimos a un Batman-Frankenstein, titulado The Castle of the Bat (1994), o Batman: Nosferatu (1999), una reversión del clásico cinematográfico expresionista homónimo. Podemos ver la tendencia del Caballero Oscuro mezclándose con el género de terror, y no es casualidad. El Murciélago tiene como símbolo el quiróptero y adopta un oscuro traje para infundir terror en el alma de los malvados. En 1991 asistimos al nacimiento del multiverso vampírico de Bruce Wayne con la publicación de Batman/Dracula: Red Rain.
La genialidad de esta obra se debe a la maestría de dos leyendas del cómic: el escritor Doug Moench y el artista gráfico Kelley Jones. Ambos de larga trayectoria en proyectos más bien sombríos, alejados de las convenciones del mainstream , coquetearon con la ideal del terror. Werewolf by Night, personaje de Marvel con una fuerte influencia de los clásicos de horror licánctropos, tuvo a Moench como escritor en algunas historias. Jones, por su lado, redefinió el look con un run admirable en la serie Deadman de DC Comics, en la cual conocemos las aventuras de Boston Brand, acróbata asesinado que vuelve en forma intangible para luchar contra el crimen… poseyendo cuerpos en el camino, debido a su condición inmaterial, justamente.
Batman/Dracula, un team-up soñado —o un versus, para ser más exacto— pero por poco no sucede. En aquellos años, si bien los autores querían trabajar en conjunto, en reuniones previas en la cual Moench propuso la idea, fue desestimada por el dibujante alegando que era “la idea más estúpida que había oído”. Por suerte para todos, tras recibir el guión, tuvo que tragarse las palabras y ponerse con los lápices.
La historia, en sí, es simple, pero no por eso carece de calidad. En Gotham City prostitutas y linyeras son víctimas de feroces ataques nocturnos. La escalada de violencia y la truculencia de los mismos son alarmantes. Los policías y el vigilante Batman descubren gargantas desgarradas y ausencia de sangre en los cadáveres. Todo indica que algún tipo de criatura, tal vez sobrenatural, acecha los callejones más oscuros e infectos de la ciudad. Pero pese a las pistas nadie quiere creer en una infestación de vampiros hasta que, por supuesto, ya es demasiado tarde.
Bruce Wayne se mete de lleno en el asunto y, probando que la ineficacia de la policía no es sólo material de los diarios y noticieros, termina dando en la cloacas con un nido precioso de vampiros sedientos y cadavéricos, que le presentan una lucha para nada igual. Como pocas veces, el querido Batman se encuentra casi superado y sorprendido. Si bien escapa, el Detective se da cuenta que le costará algo más que sus recursos y juguetes para detener esta amenaza sobrenatural, sobre todo cuando se entera que detrás de todo este entramado tenebroso se encuentra el mismísimo Conde Drácula, que llegó a Gotham para dejar su indeleble huella.
Batman se verá obligado a sacrificar algo más que su tiempo y recursos en orden de luchar mano a mano con el rey de los vampiros. Tanya, una vampiresa rebelde, víctima décadas atrás de Drácula, le brindará un indeleble regalo para torcer la balanza en favor del bien. ¿El costo? Deberán leer esta hermosa historia para saber el desenlace.
Los fanáticos de las versiones fílmicas de Dracula, tanto de la Universal con Bela Lugosi, o las de la Hammer con Cristopher Lee en el rol, se encontraran deleitados con este unitario. Desde la paleta de colores nada chillón para una historieta, sino más barroco, sombrío, hasta las ilustraciones de Jones que son un deleite atrás de otro. Todo remite a una obra de calidad superior a la media, una verdadera labor de amor hacia el medio que la contiene y un homenaje a las encarnaciones en las cuales se basan. El guion de Moench no escatima en escenas sangrientas, torturas terribles —vean lo que le pasa a nuestro querido Comisario Gordon y después me cuentan si pudieron dormir bien— hasta una de las peleas más épicas del Caballero Oscuro. Todo dotado con diálogos más que pertinentes para un cómic de terror puro, generando una atmósfera dialéctica envidiable. Red Rain no tiene nada que envidiarle a otras obras clásicas de terror, y elude con inteligencia el terreno de la adaptación literal del libro de Stoker insertando a Batman, para generar un producto único. A tal punto es buena que, a menudo, expertos en la materia ubican esta historia entre las mejores de la historia del superhéroe.
Tal fue el éxito de esta historia que engendró dos secuelas, una peor que la otra, así que si quieren aventurarse en el mundo vampírico de Batman, o quieren disfrutar de una buena historieta de terror, este es el libro que estaban buscando. Se editó de mil formas distintas, se encuentras más que fácil en comiquerías o librerías de saldo, y les garantizo que van a tener una lectura más que grata. Y es un juramento de sangre, como corresponde.

Matías Raña nació el siglo pasado y se crió en la periferia de Buenos Aires. Autor del libro “Guerreros del Cine: Argentino, Fantástico e Independiente”, cultivó el cuento fantástico en varias antologías argentinas y españolas, pero también despunta el vicio del periodismo independiente geek.