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Análisis | A la esperanza la usamos con fines siniestros

Cristian Cano vuelve al ruedo para analizar a, nada más y nada menos, que a las esperanza. Ya con el título saben por donde irán los tiros. Espero que les sea de utilidad.

Es fundamental comprender el territorio al que nos conducen; es determinante visualizar e identificar cada uno de los diferentes códigos socioculturales y morales con los que se desenvuelve la habitual corriente del poder.

Si hablamos de equidad y de la importancia del otro, nos tenemos que obligar a salir de lo conocido y dar estos primeros pasos.

Un primer paso, es un primer paso. No se lo puede obviar si se pretende caminar. Menos que menos, correr.

abismo

Aceptamos como norma a personas que proponen el vértigo como forma de vida. Profesar la No importancia de los inicios es una práctica mal intencionada. Pero sabemos que dichos inicios, los comienzos desde cero, proponen siempre la búsqueda y el conocimiento.

Si no se desea lo nuevo, no se lo experimenta. Y solo se lo supone de manera intelectual. Y no es apropiado valorar lo que no se experimenta: opinar sobre lo que las sociedades requieren es siempre hipótesis, y distamos de querer ser sociedades equitativas.

La esperanza

Por cierto, algunos códigos inalcanzables como el horizonte.

La esperanza se utiliza con un fin siniestro. La clase política tergiversa el concepto de esperanza desde su concepción más fundamental.

Si desglosamos la idea y nos colocamos a nosotros mismos en otras perspectivas diferentes es interesante notar lo necesario que resultaría rever la significancia para dilucidar los problemas.

…la palabra esperanza viene de esperar, del latín Sperare (tener esperanza). Sperare, a su vez, decanta de Spes, esperanza.

…cuando uno espera a una persona es porque tiene esperanza de que va a venir. Esperanza deriva del sufijo de cualidad Anza, también precedente del latín Antia…


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Tenemos que revalorar el concepto de esperanza en las personas que el poder coloca allí como políticos para dirigirnos por tal o cual camino. Decir que se pierde la esperanza en ellos significa que se decide no esperar más a esas personas.

Se tiene miedo a declarar que se perdió la esperanza, porque la gente de alguna manera está convencida de que si opta por esta novedad perderá todavía más. Y en realidad, en el lugar de esta supuesta pérdida, yace la verdadera libertad de elección.

No dejaríamos a la deriva ninguna parte de lo que nos constituye como seres humanos.  Todo lo contrario.

La desesperación es otro punto a tener en cuenta; es la contraparte de la esperanza. Lo opuesto. ¡Y en qué agraciada posición, desde qué punto de vista están los políticos de los gobiernos para saberse con la espada en las manos!

No son ellos los que siempre están entre la espada y la pared.

La desesperación es una realidad visitada ¡Cómo voy a perder la esperanza, si afuera de ella me espera la desesperación!

¿Cómo replanteo mi relación con la idea de esperanza?

Hoy en día es evidente (por no decir otra palabra) el maltrato que sufre la palabra esperanza; creo que el concepto que tenemos de ella es vapuleado por la clase política en los poderes y por la fuerza que los emplea.

Cito ejemplos, algunos:

El país que todos queremos. El país que nos merecemos. El país que queremos para nuestros hijos, y un largo etcétera.

Sin duda, ellos convocan a los pueblos desde lo sentimental, porque los sentimientos no dejan lugar para el pensamiento crítico. Es por esto, también, que vemos a los políticos evitar todo cruce público con lo que el individuo representa. El individuo merece una forma diferente: lo distinto a lo meramente multitudinario.

Lo individual no es conveniente para los sistemas actuales porque supone la profundidad, y por lo tanto, la resolución de los problemas.

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Cabe decir que el llamado Pensamiento de manada, como tal, muchas veces (por no decir la mayoría) termina con la frase La unión hace la fuerza. Esto es verdadero y trágico; la fuerza nunca sería la solución adecuada. Pero no voy a profundizar al respecto porque no solo es inadecuada, también hay que saber que el otro nos interesa. Nos importa. Nos tiene que importar. De lo contrario sí perdemos gran parte de lo que nos constituye como seres humanos.

La esperanza no es una sola y tampoco es el final que plantean los que corren.

Recordemos que la libertad de elección nace con el individualismo, surge con este y yace en cada uno de nosotros. El individuo; esa palabra que hace ruido en este vertiginoso tiempo.

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